La monja II crítica y análisis de su traición al universo Warren
hace 16 horas

Valak (Bonnie Aarons) regresa al terror en La monja II, una secuela que, a pesar de su potencial, se hunde en la monotonía. La película, disponible en Max, no solo carece de elementos innovadores, sino que también se siente más como un ejercicio de fórmula que como una exploración aterradora del mal. En lugar de profundizar en la historia del personaje, se limita a ofrecer sustos superficiales que no logran impactar de manera efectiva.
La trama se plantea con una pregunta fundamental: ¿cuál es el origen del mal? Sin embargo, el guion opta por esquivar esta cuestión crucial, entregando en su lugar una narración predecible que se resuelve de manera desorganizada. Esto deja al espectador con una sensación de insatisfacción, ya que el desarrollo de la historia parece más un trámite que una experiencia inmersiva.
No es la primera vez que la franquicia de Los expedientes Warren presenta este tipo de problemas. Desde su inicio en 2013, bajo la dirección de James Wan, la saga ha sido un viaje irregular. Mientras que las historias que involucran a los demonólogos interpretados por Vera Farmiga y Patrick Wilson suelen ser las más intrigantes, el resto de la narrativa tiende a debilitarse, especialmente cuando se trata de la figura aterradora de Valak, que debutó en Expediente Warren: El caso Enfield.
Explorando el universo de Warren
La primera película relacionada con la monja demoníaca, lanzada en 2018, se percibió como un proyecto fallido en su intento de establecer una premisa sólida. A pesar de una combinación de terror religioso y folclórico que buscaba ofrecer un relato de origen, no logró satisfacer las expectativas. Sorprendentemente, se convirtió en la película más taquillera de la franquicia, lo que le garantizó una secuela y posiblemente más apariciones del personaje en futuros proyectos.
Sin embargo, La monja II no se siente motivada a profundizar en las obsesiones que han caracterizado a las películas anteriores. Si la primera entrega presentó una lucha de fe entre la hermana Irene (Taissa Farmiga) y el demoníaco Valak, la secuela regresa al mismo escenario sin ofrecer un desarrollo significativo. Después de cinco años de los eventos de la primera película, Irene se ha convertido en un símbolo de pureza espiritual, pero el guion no logra conectar sus experiencias con los temas más amplios del universo de Warren.
Una narrativa sin novedades en 'La monja II'
En lugar de aprovechar el paso del tiempo para enriquecer a su protagonista, el director Michael Chaves utiliza este recurso para añadir más misterio. Irene, que ha logrado un milagro, se convierte en el centro de atención del Vaticano, que busca mantener el fervor religioso a su alrededor. No obstante, el guion no explica adecuadamente cómo se interpreta lo sucedido en la primera entrega, dejando al espectador confundido sobre el papel de Irene como experta en fenómenos paranormales.
Durante la primera hora de La monja II, la película divaga en torno a la misma idea: ¿qué es real y qué no? Sin embargo, no se detiene a explicar por qué es necesario demostrarlo, especialmente considerando que el dúo protagonista viaja por Europa en medio de asesinatos paranormales. Esta falta de lógica y coherencia disminuye la credibilidad de la historia, ya que la película parece más interesada en exponer a su aterradora criatura que en ofrecer una narrativa sólida.
Un demonio que no asusta
La película también falla en la representación de su antagonista y en la forma en que se abordan sus limitaciones y poderes. Valak aparece y desaparece sin una razón clara, mientras que Chaves lucha por crear una atmósfera verdaderamente aterradora. En ocasiones, el demonio parece retroceder ante el desafío de dos monjas jóvenes, lo que debilita su imagen como una figura temible en su propia mitología.
En manos de Chaves, quien previamente dirigió la mediocre La maldición de la llorona, Valak se convierte en un personaje repetitivo y desprovisto de misterio. Su presencia se siente más como un recurso que un elemento esencial de la trama. No queda claro si está persiguiendo a Irene para evitar que descubra sus secretos o si busca venganza por su derrota anterior. Lo cierto es que el demonio, que debería ser intrigante, acaba siendo un secundario que no aporta nada a la historia.
Una película de terror predecible y aburrida
Sin ideas frescas ni originalidad, La monja II se basa en un choque entre el bien y el mal. Por un lado, tenemos a Irene, que ha adquirido las habilidades necesarias para enfrentarse al demonio; por el otro, Valak, cuyo propósito parece ser poner a prueba la fe de la protagonista. Sin embargo, el guion es tan torpe que incluso los momentos clichés carecen de impacto, resultando en una experiencia completamente aburrida.
A medida que avanza la historia, se hace evidente que el mayor problema de la película radica en su dependencia de un monstruo aterrador que habita en pasillos oscuros, en lugar de ofrecer un relato convincente que lo respalde. Esta falta de enfoque pone en duda si realmente existe un propósito detrás de las acciones de Valak y si hay una narrativa que valga la pena contar.
El final de la película queda abierto para una posible tercera entrega, que los productores seguramente están considerando. No obstante, se hace evidente que depender de una figura demoníaca para atraer al público es un enfoque que no siempre resulta exitoso. La secuela falla en ofrecer una experiencia cinematográfica que logre asustar o mantener la atención del espectador, lo que deja mucho que desear en el universo de Los expedientes Warren.
Si deseas explorar más sobre este tema, aquí tienes una crítica sin spoilers que puede darte más contexto sobre la película:
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